La refinería de Pemex que cerró, hoy es parque y fue un cementerio de tanques
Las discusiones acerca de un probable cierre de algunos de los complejos de refinación de Pemex han vuelto a ocupar el foco público. Pero la historia demuestra que no se trata de un proceso inmediato.
El 19 de marzo de 1991, los principales periódicos del país compartieron la misma nota de portada: el cierre definitivo de la única refinería de Pemex ubicada en la Ciudad de México , la Refinería 18 de Marzo , después de que el tema había sido motivo de discusión y protestas. Era el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y las negociaciones para la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte estaban en curso, con un debate centrado en cuánta independencia perdería el país en el sector petrolero si se aceptaba firmar el acuerdo. Pero entre las distintas posturas que había alrededor del mercado del petróleo, los periódicos de la época narran un consenso en cuanto al cierre de la refinería . Ahora, las discusiones acerca de un probable cierre de algunos de los complejos de refinación de Pemex han vuelto a ocupar el foco público. Dos de los candidatos a la presidencia, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, han propuesto cerrar dos de las refinerías de Pemex. Pero la historia demuestra que no se trata de un proceso inmediato. "Símbolo de una nueva convivencia ecológica" La desindustrialización de la CDMX
El 18 de marzo, en medio del 53 aniversario de la expropiación petrolera, el mandatario priista giró la instrucción de cerrar de manera inmediata la refinería, en un proceso que se alargó hasta 1999 –entre el desmontaje de equipos y desmantelamiento de estructuras–, según los registros. El discurso de Salinas de Gortari –en el que también elogió al expresidente Lázaro Cárdenas– se alzó en torno a la necesidad de comenzar con una nueva etapa de modernización de la estatal Pemex. “El gobierno de la república está dispuesto a autoimponerse las medidas más severas para proteger la salud y responder al consenso social”, dijo con el anuncio del cierre. También ofreció respetar lo derechos de los trabajadores y convocó a sumar esfuerzos para lo que, las que "fueron torres de combustión, fueran mañana árboles de vida para los niños de nuestra gran capital" y lo que hasta entonces había sido "contaminación", se convirtiera en un "símbolo de una nueva convivencia ecológica en la Ciudad de México”, narraba el periódico La Jornada en una de las notas de cobertura sobre el tema. Un informe de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología que se tomó como base para el cese de operaciones del complejo decía que la refinería emitía 103,000 toneladas anuales de contaminantes, entre monóxido de carbono, bióxido de azufre y otros gases; que significaba alrededor del 2.4% del total de emisiones contaminantes del entonces Distrito Federal, según los registros de los periódicos de la época. “La contaminación ambiental en la Ciudad de México y zonas próximas es un fenómeno de cuyo desarrollo los capitalinos fueron, al paso de los años, espectadores y actores desesperanzados. La contaminación ambiental, en la medida en que no se hacía nada realmente eficaz para combatirla, se convirtió en un tema de gravedad creciente que se interponía entre los ciudadanos y el gobierno”, decía el artículo principal del periódico Uno Más Uno del 19 de marzo de 1991, un día después de ordenado el cierre. El complejo había sido construido en 1934 por la compañía El Águila –antes de la nacionalización de la industria petrolera– en las inmediaciones de Azcapotzalco, cuando el entonces Distrito Federal tenía apenas 1.5 millones de habitantes. Una vez que el complejo pasó a ser propiedad de la estatal Pemex, éste fue ampliado y alcanzó una superficie de 174 hectáreas. Pero ya en los primeros años de la década de los 90 la población ya rondaba los 10 millones de habitantes y las quejas sobre las emisiones de la refinería se habían convertido en una constante, según los periódicos de la época. Entonces fue que el cierre llegó. “La refinería fue columna vertebral de la producción y distribución de combustibles en la zona metropolitana; su trabajo hizo posible la industrialización y la prestación de servicios en una ciudad en expansión, pero el crecimiento desordenado de la mancha urbana la hizo quedar rodeada de núcleos de alta densidad de población”, decía un artículo del periódico La Jornada. El gobierno de ese momento cifró las pérdidas de la estatal Pemex en alrededor de 500 millones de dólares , que incluía, entre otras cosas, los gastos por la reubicación o indemnización de los 5,429 trabajadores. Las notas periodísticas de la época narran que la administración de la estatal tenía planeada la construcción de un nuevo complejo al que destinaría alrededor de 2,500 millones de dólares . Pero este último nunca llegó. Los periódicos también narran una advertencia por el probable aumento en el precio de los refinados, desabasto y un aumento de las importaciones de gasolina, combustóleo y diésel desde Estados Unidos. La refinería procesaba alrededor de 100,000 barriles diarios, según las narraciones, y suplía la demanda de los consumidores del centro del país. El cese de operaciones de la refinería marcó el inicio de lo que fue una etapa en la que varias industrias comenzaron a salir de la capital. La estatal mantuvo el espacio destinado a distribución y almacenamiento de combustibles. Los industriales y las cámaras empresariales del país, el legislativo y la sociedad civil estaban de acuerdo con el cierre del complejo. “La clausura de la refinería es apoyada por los industriales del país, por lo que estaremos dispuestos a contribuir en la medida de las posibilidades en la construcción de la nueva refinería y en la lucha contra la contaminación, la cual nos debe reunir a toda la sociedad”, decía la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) en su postura publicada con el anuncio del cierre. Los terrenos de la estatal quedaron inutilizados hasta 2007, cuando se decidió la construcción de lo que más tarde sería denominado como Parque Bicentenario y que fue inaugurado por el expresidente panista Felipe Calderón. El terreno de 55 hectáreas estuvo tres años bajo labores de remediación ambiental –para dejarlo libre de cualquier sustancia contaminante– y es ahora el segundo espacio de convivencia natural más grande de la ciudad, según la información oficial. A inicios de 2022 el sitio se volvió foco de atención de nueva cuenta. El espacio de la entonces refinería que está destinado a almacenamiento –que aún utiliza la compañía y no es parte del área verde– se convirtió durante meses en un gran cementerio de inservibles tanques de gas licuado de petróleo. Gas Bienestar, la filial de Pemex, utilizó el predio para depositar miles de tanques que habían sido recolectados y cambiados por nuevos a los clientes de la compañía durante los primeros meses de operación de ésta. Pemex se limitó a decir en su momento que el depósito de tanques no representaba un riesgo para la población cercana. Prometió un cese del uso del terreno, pero el tema nunca fue abordado de manera pública. ]]>
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