China y el comunismo moderno: entre marcas globales y control estatal
Un KFC en una de las avenidas más concurridas de Beijing, un McDonald’s a los pies de la Gran Muralla y una vigilancia constante en cada rincón: así es el complejo rostro del gigante asiático.
Beijing, China.- Para quienes viajan a China, una serie de preguntas parecen inevitables: ¿hay tiendas americanas?, ¿existen cadenas de alimentos transnacionales como Starbucks?, ¿qué marcas de ropa se venden allá? Estos cuestionamientos surgen del contraste entre la imagen de China como un país comunista y la realidad que enfrenta cualquier visitante en las grandes ciudades del gigante asiático. A simple vista, las avenidas de Beijing o Shanghai ofrecen una experiencia consumista familiar: Kentucky Fried Chicken, Zara, Burger King y McDonald’s son solo algunas de las marcas globales que se encuentran en casi cada esquina. El papel del estado
“Para cualquiera que venga aquí, es raro que este sea un país nominalmente comunista, porque parece algo meramente cosmético. El retrato de Mao, la Ciudad Prohibida, los billetes impresos… pero claro que estás en una ciudad hiperconsumista, mucho más que occidente”, comenta Adrián Foncillas, periodista español que lleva 18 años viviendo en Asia. El McDonald’s en Mutianyu, una de las secciones turísticas de la Gran Muralla China, refleja la integración del consumo global en el paisaje cultural del país. Ubicado a poca distancia del sitio histórico, este restaurante ofrece a los visitantes una opción de comida rápida en medio de uno de los lugares más emblemáticos de China. Su presencia destaca el nivel de apertura económica que ha alcanzado el país, donde marcas internacionales coexisten junto a monumentos históricos, lo que subraya el contraste entre la expansión comercial y el legado cultural del gigante asiático. La realidad, sin embargo, es más compleja que simplemente observar la presencia de estas marcas. Aunque el Partido Comunista de China (PCCh) ha mantenido su poder desde la fundación de la República Popular de China en 1949, el modelo económico ha experimentado una transformación radical, abriéndose al mercado global sin dejar de lado el control estatal. El crecimiento económico de China es indiscutible. Según el Fondo Monetario Internacional, se espera que el valor de su economía alcance los 20.8 billones de dólares en 2024, situándose solo detrás de Estados Unidos, que lidera con 27.7 billones. Esta expansión ha sido impulsada por una fórmula compleja de control estatal y apertura de mercado. Xulio Ríos, en su libro Centenario del Partido Comunista Chino, describe la influencia del PCCh en el desarrollo económico como “el nervio estructural de la identidad del partido”, donde el nacionalismo y el antiimperialismo han guiado la estrategia económica del país. Sin embargo, la intervención del estado en la economía es evidente en sectores clave como la industria automotriz. China lidera la producción de vehículos eléctricos, con siete de cada diez autos de este tipo fabricados en el país. Este dominio global ha provocado tensiones comerciales con regiones como Europa, donde se han implementado aranceles debido a los subsidios masivos que el gobierno chino otorga a sus empresas. No todo es apertura económica Pero no todo en China es apertura económica. Hassel Molina, estudiante de maestría en Negocios Internacionales en la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, señala que el control estatal sigue presente en muchos aspectos de la vida cotidiana. "En Beijing, no hay calle que no tenga cámaras de seguridad. En las universidades, usamos sistemas de detección facial para acceder a los servicios, y los estudiantes chinos tienen clases específicas de educación política del partido”, explica Molina. A pesar de estos controles, la percepción general entre los ciudadanos chinos es de aceptación, e incluso admiración hacia el gobierno. Xi Jinping, secretario general del PCCh, goza de amplio apoyo, y las medidas anunciadas por el gobierno suelen ser recibidas con elogios más que con críticas. Aunque China ha abierto sus puertas al mercado global, sigue siendo un país donde el comunismo, aunque adaptado a los tiempos, sigue siendo una parte fundamental del entramado político y social.
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